miércoles, 28 de julio de 2010

ÉTICA LABORAL



Ya definimos a la Ética como la ciencia que estudia la bondad o maldad de los actos humanos ahora nos toca definir lo que es la Profesión. La profesión puede definir como "la actividad personal, puesta de una manera estable y honrada al servicio de los demás y en beneficio propio, a impulsos de la propia vocación y con la dignidad que corresponde a la persona humana".

En un sentido estricto esta palabra designa solamente las carreras universitarias. En sentido amplio, abarca también los oficios y trabajos permanentes y remunerados, aunque no requieran un título universitario.

En virtud de su profesión, el sujeto ocupa una situación que le confiere deberes y derechos especiales, como se verá:


La Vocación. La elección de la profesión debe ser completamente libre. La vocación debe entenderse como la disposición que hace al sujeto especialmente apto para una determinada actividad profesional. Quien elige de acuerdo a su propia vocación tiene garantizada ya la mitad de su éxito en su trabajo. En cambio, la elección de una carera profesional sin tomar en cuenta las cualidades y preferencias, sino, por ejemplo, exclusivamente los gustos de los padres, o los intereses de la familia, fácilmente puede traducirse en un fracaso que, en el mejor de los casos, consistiría en un cambio de carrera en el primero o segundo año, con la consiguiente pérdida de tiempo y esfuerzo.

Finalidad de la Profesión. La finalidad del trabajo profesional es el bien común. La capacitación que se requiere para ejercer este trabajo, está siempre orientada a un mejor rendimiento dentro de las actividades especializadas para el beneficio de la sociedad. Sin este horizonte y finalidad, una profesión se convierte en un medio de lucro o de honor, o simplemente, en el instrumento de la degradación moral del propio sujeto.


El Propio beneficio. Lo ideal es tomar en cuenta el agrado y utilidad de la profesión; y si no se insiste tanto en este aspecto, es porque todo el mundo se inclina por naturaleza a la consideración de su provecho personal, gracias a su profesión. No está de más mencionar el sacrificio que entrañan casi todas las profesiones: el médico, levantándose a media noche para asistir a un paciente grave; el ingeniero, con fuertes responsabilidades frente a la obra, etc. La profesión también gracias a esos mismos trabajos, deja, a l final de cuentas, una de las satisfacciones más hondas.


Capacidad profesional. Un profesional debe ofrecer una preparación especial en triple sentido: capacidad intelectual, capacidad moral y capacidad física.


La capacidad intelectual consiste en el conjunto de conocimientos que dentro de su profesión, lo hacen apto para desarrollar trabajos especializados. Estos conocimientos se adquieren básicamente durante los estudios universitarios, pero se deben actualizar mediante las revistas, conferencias y las consultas a bibliotecas.


La capacidad moral es el valor del profesional como persona, lo cual da una dignidad, seriedad y nobleza a su trabajo, digna del aprecio de todo el que encuentra. Abarca no sólo la honestidad en l trato y en los negocios, no sólo en el sentido de responsabilidad en el cumplimiento de lo pactado, sino además la capacidad para abarcar y traspasar su propia esfera profesional en un horizonte mucho más amplio.


La capacidad física se refiere principalmente a la salud y a las cualidades corpóreas, que siempre es necesario cultivar, como buenos instrumentos de la actividad humana.


Los Deberes Profesionales. Es bueno considerar ciertos deberes típicos en todo profesional. El secreto profesional es uno de estos, este le dice al profesionista que no tiene derecho de divulgar información que le fue confiada para poder llevar a cabo su labor, esto se hace con el fin de no perjudicar al cliente o para evitar graves daños a terceros. El profesional también debe propiciar la asociación de los miembros de su especialidad. La solidaridad es uno de los medios más eficaces para incrementar la calidad del nivel intelectual y moral de los asociados. En fin al profesional se le exige especialmente actuar de acuerdo con la moral establecida. Por tanto, debe evitar defender causas injustas, usar sus conocimientos como instrumento de crimen y del vicio, producir artículos o dar servicios de mala calidad, hacer presupuestos para su exclusivo beneficio, proporcionar falso informes, etc. Cuando un profesional tiene una conducta honesta, dentro y fuera del ejercicio de su profesión, le atraerá confianza y prestigio, lo cual no deja de ser un estímulo que lo impulsará con más certeza en el recto ejercicio de su carrera.
  • hace 2 años
  • Muchos plantean que son inevitables los comportamientos anti-éticos en un sistema económico basado en la libre competencia. Es así como hay empresarios que justifican acciones cuestionables bajo el pretexto de que “negocios son negocios". Pero esto no es así, porque los negocios son parte de la actividad humana y, por lo tanto, son esencialmente morales. Desde un punto de vista más teórico, una conducta éticamente correcta en los negocios tiene que ver con los medios elegidos para conseguir el bien de la empresa (que es su consolidación mediante la generación de ganancias), con el objetivo de que los miembros de la organización (trabajadores y empleadores) y de la sociedad (clientes) alcancen su plenitud. Ser bueno con los trabajadores, con el medio ambiente y con la comunidad en la que se vive, hace que la empresa sea más bonita ante los ojos de la opinión pública, de los accionistas y de los de la Ley. Así, todo resulta un grato ambiente laboral, y porque no decirlo, más barato; sí, más barato, porque las huelgas, los costos ambientales y la pérdida de demanda, pueden ser situaciones catastróficas. Si las empresas y sus trabajadores no actúan con honestidad, cometen fraudes y no cumplen con sus compromisos, se corre el riesgo de que se tomen acciones fiscalizadoras y restrictivas a la organización, las que elevan considerablemente los costos de su actividad.


    La vida laboral y el éxito profesional.

    La vida laboral.

    La vida profesional nos ocupa una gran parte de nuestra existencia.

    Para algunas personas el trabajo es una obligación impuesta por la necesidad y un medio para obtener dinero con el que subvenir a sus necesidades.

    Sin embargo, el trabajo podría ser algo enteramente distinto.

    El trabajo ha de ser la expresión creativa del ser humano. Trabajar es expresar las capacidades que hay dentro, es un medio para ir desarrollando toda la inmensa capacidad que hay en las personas.

    Cuando una persona expresa su capacidad, aquello que tiene como propio, aquello que, en cierta forma, le distingue de los demás, siente gran satisfacción porque se expresa a través de aquello. Así, el trabajo podría constituir un medio extraordinario de satisfacción y de crecimiento; al ser una expresión de uno mismo podría ser un medio de autorrealización.

    El trabajo puede ser la expresión de la vocación acompañada de un espíritu de servicio, de utilidad a los demás. Así es una expresión de uno mismo que es útil y esa utilidad es la que es devuelta, la que se traduce, en un ingreso económico. Pero esto ha de ser el resultado de una expresión auténtica, no realizado como una compraventa, como un regateo.

    Muchas personas tienen el problema de que no están desempeñando un trabajo que les satisfaga. Entonces trabajan de un modo forzado, sienten disgusto por el trabajo, porque en el fondo hacen su tarea pensando sólo en el dinero que necesitan para vivir o para pagar sus caprichos. Así nunca arreglarán su problema. Hasta que la persona no descubra su vocación auténtica, y encuentre lo mejor de sí mismo en lo que hace vivirá forzado.

    El éxito profesional.

    Muchas veces el trabajo se vive sólo como un instrumento para demostrar el propio valor, para conseguir un prestigio. Esto indica que la persona vive muy insatisfecha por dentro. Por lo demás, si una persona busca el prestigio a través del trabajo, se encontrará comprometida en una carrera sin final, porque siempre habrá una nueva cumbre de prestigio que escalar; y mientras tanto, la persona sentirá siempre colgada sobre sí la espada de Damocles de cualquier adversidad o dificultad que pueda dar al traste con todo lo conseguido en cuanto al prestigio.

    El verdadero sentido del éxito profesional puede consistir en que la persona, a través de la labor que realice, esté expresándose profundamente y disfrutando de su trabajo. Es decir, que no se trate de un éxito de opinión, sino de la propia expresión. La trascendencia que la labor tenga respecto a los demás, en todo caso, ha de ser una consecuencia. Este éxito, diríamos social, no aporta ni un miligramo más de peso específico a la labor.

    También, el verdadero éxito del trabajo dependerá de la eficacia real, de la utilidad efectiva que éste tenga para los demás. El trabajo puede ser un medio de servicio, un medio de crear algo que es útil a los demás y que, en cierto sentido, sólo yo puedo hacer de aquella manera óptima.

    Cualquier otro sentido puede es contraproducente porque se vuelve contra quien lo busca o lo tiene: la persona tendrá que velar en pie de guerra angustiosa para que no la aparten de la cumbre y, en lugar de ser el trabajo una afirmación, será una constante situación de lucha. Bien pueden confirmarlo aquellos que están luchando en este sentido de "competitividad" que tan malos resultados proporciona socialmente.


    EL TRABAJO HUMANO

    "Con su trabajo el hombre ha de procurarse el pan cotidiano, contribuir al continuo progreso de las ciencias y de la técnica y, sobre todo, a la incesante elevación cultural y moral de la sociedad en la que vive en comunidad de hermanos" (Laborem Exercens, 1).

    Con estas palabras subraya el Papa Juan Pablo II, la importancia primordial del trabajo y nos enseña que el sujeto, el autor y el verdadero fin del trabajo -y de todo el proceso productivo- es la persona humana vitalmente involucrada en el mismo. Todo hombre trabaja para vivir. No sólo para satisfacer sus necesidades materiales, también para cumplir el mandato divino de "dominar la tierra" y hacerla producir todo lo necesario para su desarrollo y crecimiento, para "llenar su existencia sobre la tierra".

    El trabajo ofrece a cada hombre la oportunidad de crecer, desarrollar todas sus capacidades congénitas, realizarse como persona y ser cada día "más plenamente hombre". Así perfecciona su humanidad y mantiene el predominio y superioridad efectiva que debe ejercer sobre las cosas, en coherencia con el plan divino.


    1. Valor y Nobleza del Trabajo

    El trabajo no es un hecho accesorio ni menos una maldición divina: es el eje en torno al cual gira la organización y el progreso de la humanidad. Por eso es un derecho humano fundamental que traduce otro más vital. el derecho a subsistir.

    Dios confía al hombre la responsabilidad de labrar su propio destino mediante su esfuerzo personal. El primer fundamento del valor del trabajo es el hombre mismo, coautor de la obra divina de la creación que debe completar y perfeccionar. La creación es una tarea que Dios ha querido dejar inconclusa para que cada hombre preste su colaboración y comprometa su participación complementándola en su propio beneficio y de la humanidad. En este sentido -dice el Papa- "el trabajo no sólo expresa la dignidad del hombre sino que la aumenta".

    Por eso el valor del trabajo humano no se mide por el tipo de actividad de cada uno (carpintero, profesional, campesino...), sino por el hecho de ser persona quien lo ejecuta. Entre todas las criaturas, sólo el hombre es capaz de trabajar de manera "programada y racional", en forma "consciente y libre". Con su trabajo humaniza y ennoblece a la naturaleza, modelándola de acuerdo a sus intereses primordiales, en directa relación con su desarrollo y autopromoción integral.

    2. El Trabajo, clave de la cuestión social

    El trabajo no sólo posibilita el desarrollo individual del hombre y su crecimiento en humanidad. Ocupa el centro mismo de la cuestión social, porque está encaminado a "hacer la vida humana más humana". Al respecto señala la II Instrucción del Vaticano: "La solución para la mayor parte de los gravísimos problemas de la miseria se encuentra en la promoción de una verdadera civilización del trabajo", porque la "relación entre la persona humana y el trabajo es radical y vital", y la forma como sea regulada "ejercerá una influencia positiva para la solución de un conjunto de problemas sociales y políticos que se plantean en cada pueblo".

    El trabajo es el fundamento para construir y satisfacer todas las exigencias de la vida familiar. Incrementa el bien común de la nación y multiplica el patrimonio de toda la familia humana. El hombre que trabaja asegura el futuro de aquellos que vendrán después. Toda la inmensidad de recursos brutos puestos a disposición del hombre, de nada servirían si éste no los explotara y multiplicara mediante su trabajo.

    Por otra parte, la falta de trabajo o desempleo es el origen del descontento y frustración personal y de la inestabilidad social donde germinan y brotan innumerables conflictos.

    3. Plaga de la Desocupación

    Si el trabajo dignifica, el desempleo envilece. El cesante se siente un lastre inútil y despreciable, sociológica y vitalmente castrado al no poder ejercer un derecho indispensable para su realización plena. "La inactividad forzada es una situación inicua -dice el Papa-, es un mal y, cuando asume ciertas dimensiones, puede convertirse en una verdadera calamidad social. Cuando una sociedad debe afrontar un fenómeno así, está obligada a preguntarse sobre su propio estado de salud". Por ser intolerable la situación del cesante, urge crear puestos de trabajo como una tarea primordial que han de afrontar los individuos, la iniciativa privada y el Estado. En los tiempos difíciles que corremos, "no se puede abandonar a su suerte a los obreros sobre todo a los que como los pobres, sólo tienen sus brazos para mantenerse". Por otra parte, la solución del problema del empleo no debe estar entregada al libre juego del mercado, porque el trabajo no es una simple mercancía que se vende según la ley de oferta y la demanda.

    4. Prioridad del Trabajo Humano.

    El hombre que trabaja no sólo desea la debida y justa remuneración, sino también que se le respete y sea tomado en cuenta en el proceso de producción. No desea sentirse "cosa" o simple instrumento, sino una verdadera persona dotada de iniciativa y creatividad. El trabajo no mira sólo el provecho económico sino, sobre todo, a los valores personales y sociales.

    La prioridad del trabajo sobre el capital convierte en un deber de justicia para los empresarios anteponer el bien de los trabajadores al aumento de ganancias, no manteniendo capitales improductivos y orientando sus inversiones hacia el bien común y a la creación de fuentes de trabajo.

    Por otra parte, frente a las "cosas", la persona humana debe actuar siempre como "señor", jamás como esclavo. Por eso la técnica, creada por el cerebro humano, es una aliada del hombre y debe permanecer bajo su control: le facilita el trabajo, lo perfecciona, lo acelera, lo multiplica. Pero podría transformarse en adversaria cuando la mecanización del trabajo lo suplanta, quitándole toda satisfacción personal y el estímulo de la creatividad y responsabilidad. Para que la máquina no esclavice ni aplaste a su constructor, es indispensable un desarrollo proporcional de la moral de la ética.

    5. El Derecho del Trabajo

    Todas estas consecuencias que se derivan del ejercicio del trabajo humano fundamentan el derecho de todo hombre a tener un trabajo adecuado, remunerado con justicia, sin el cual quedaría prácticamente paralizado el progreso de la humanidad y frustrado el plan de Dios sobre el hombre. Este derecho fundamental está positiva y oficialmente reconocido en el Art. 23 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos: "Toda persona tiene derecho a tener un trabajo, a la libre elección del mismo, a condiciones equitativas de trabajo y a la protección contra el desempleo".

    La Iglesia, por su parte, al promover el respeto a los derechos de los trabajadores (la participación, sindicalización, previsión, etc.,) advierte al Estado que "nunca puede eximirse de la responsabilidad que le incumbe de mejorar con todo empeño las condiciones de vida de los trabajadores" (M et M,20), pues "es obligación suya vigilar que los contratos de trabajo se regulen con justicia y equidad". (Ibid.21)

    6. Espiritualidad del Trabajo Humano

    El hombre participa en el trabajo no sólo con su vigor físico, sino con toda la vitalidad de su espíritu. Por eso el trabajo entra en los planes de Dios sobre la salvación del mundo. Mediante su fatiga y sudor, el cristiano participa en la obra del Dios Creador y del sacrificio del Cristo Redentor. La viva conciencia de esta realidad constituye el móvil más profundo para emprenderlo.

    Por otra parte, la casa de Nazaret es el corazón y el vértice del Evangelio del trabajo. En ella la luz se proyecta más que sobre el tipo del trabajo, sobre las personas que lo realizan. Resulta así evidente el valor religioso del trabajo y, fundido en lo religioso, el valor humano.

    Por último -señala J. Pablo II- "el trabajo debe ser una expresión del amor cristiano. Por eso, no puede ser privilegio de algunos mientras la mayoría se consume en la inactividad. Para los que trabajan no debe ser un acto de codicia ni búsqueda de un simple lucro, sino un servicio solidario y desinteresado a una sociedad de hermanos..."





    Etica Como Competencia Laboral

    La Ética como Competencia Laboral Por Braulio Fernández Biggs 1. Introducción En el mundo actual, la empresa "se ha revestido con la categoría que corresponde a las corporaciones propiamente humanas, cuyo activo principal son las personas, a las que se esfuerzan por mejorar. En consonancia con ello, la ley primordial que rige "debe regir" la dinámica empresarial es muy neta: la prioridad de las personas sobre las cosas" (Melendo). Esto implica que las empresas y su accionar está atravesado por cuestiones éticas; responde, gira y se orienta a ellas. De paso, y por razones antropológicas fáciles de percibir, logra con ello una más que notable rentabilidad económica; fundamentalmente hoy, donde la base de toda relación comercial es la confianza, tema eminentemente ético. Finalmente, "en condiciones de igualdad, la conducta ética favorece la salud corporativa" (Melendo). En el mundo desarrollado, las empresas cuentan hace años con "Gerencias de Asuntos Éticos" (Corporate Director Ethics & Business Conduct) que administran la ética no sólo en relación a la misión corporativa sino en cuanto elemento de productividad, eficiencia, baja en los costos y mejora en la gestión. Al respecto, existen también diversas organizaciones que asesoran a empresas e instituciones educativas. Por ejemplo, The Working Values Group, que publica en internet algunos de sus proyectos con grandes compañías, trabajó para la aeronáutica Lockheed Martin un programa de capacitación cuyo objetivo era transformar la confianza en parte de la cultura institucional, y que abarcó a más de 170.000 empleados. Ethics Officer Association (EOA) agrupa a 727 grandes empresas (octubre 2000) de las más diversas áreas que trabajan institucional y corporativamente los temas éticos. La EOA se dedica a promover la ética empresarial y de los negocios, y a servir como foro de intercambio de información y estrategias al respecto. La globalización ha hecho que las empresas y sus negocios se definan...

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